Las neuronas espejo son neuronas en el cerebro que se activan selectívamente tanto cuando: Se está ejecutando una acción, como cuando simplemente estoy observando la ejecución de una acción por los demás (di Pellegrino et al., 1992; Gallese y Goldman, 1998). Las funciones de las neuronas espejo sugieren que nuestra mente funciona como un sistema incorporado, basado en “simulaciones del mundo real”, en lugar de un sistema basado en la manipulación de símbolos abstractos (Corballis, 2015). Proporciona un espacio común de representación de las acciones de uno mismo y de las de los demás, y por lo tanto una fascinante aplicación neuronal en la comprensión del “tener sentido de” (ejemplo, tener sentido de danzar, sentido de empatía, etc.), pues observamos acciones mediante la simulación interna de éstas. (Corballis, 2015). Mientras veo a personas realizar movimientos –como cuando observo una obra de danza-, al momento en que me toque realizar aquellos movimientos, ya tendré una esquematización interna de cómo realizarlos, lo que comparativamente favorecerá su realización respecto a quienes no los han visto antes.
“Vamos a ver obras, muchas”. Lo anterior que se describe, ocurrirá cada vez que observo acciones. Mientras más veces veo a personas realizarlos, más los voy consolidando como memorias de movimiento. Es decir, no necesariamente en una misma relación, ni magnitud, ni intensidad como si yo mismo realizara esos movimientos –luego de verlos hay que hacerlos- pero igualmente activo estas neuronas espejo cada vez que observo los movimientos. Entonces, una observación es un impulso más que favorece la consolidación de estos. Igualmente no hay evidencia científica de aquella relación, hasta hoy, que nos dé una relación entre observarlos y realizarlos, en parte, pues también depende de una serie de variables, como características de los movimientos, complejidad, interés hacia éstos, etc.
“Miren antes de hacer”. Cuando los profesores dicen esto, tienen mucha razón. Si miramos, podemos generar en nosotros la representación interna de este fraseo, y sus puntualidades. Algo así como “no puedo hacer algo que no sé qué, ni cómo es”.
“¿Y qué pasa con las emociones?” Es un tema bastante controvertido en la actualidad. Los autores Jackson, et al. (2015), nos explican que ver a otra persona, tocar con su mano una estufa caliente o cortarse el dedo con un cuchillo de cocina, activa áreas del cerebro relacionadas con el procesamiento afectivo [5], de igual manera los autores Lamm y Majdandzic (2015), plantean que las neuronas espejo serían parte de “un proceso” y no desencadenan la emoción por sí solas. Por ejemplo, ellos aluden a que la simple lectura de una novela o un periódico acerca de la alegría o el sufrimiento de los demás, puede provocar fuertes sentimientos de empatía, pudiéndose argumentar que estas respuestas podrían ser causadas por imaginar el cuerpo de la otra persona y/o por una mentalización de la acción, por sobre que únicamente sea por activación de las neuronas en espejo (Lamm y Majdandžić, 2015).
“A todos no nos afecta por igual”. Es decir, para ellos, la “regulación” de las emociones no depende sólo de neuronas espejo, sino que esta maleabilidad depende de experiencias de aprendizaje de las situaciones desde pequeño, de la cultura en que vivimos y la socialización, la relación con la persona que veo que realiza la acción o emoción, en lugar de la creación de reflejos con cableado invariable y automático de reacción (Lamm y Majdandžić, 2015). Por ejemplo, un boxeador al ver que alguien se golpea la cabeza, puede que hasta no sienta dolor.
En conclusión, al estar aprendiendo una frase de movimiento, tanto mientras tú estás ejecutando una acción, como cuando estás observando la ejecución de una acción por los demás, se activan las neuronas espejo, pues nuestra mente funciona como un sistema incorporado, basado en “simulaciones del mundo real”, en este caso, simula en su interior el hacer la secuencia de movimiento. El tener “sentido de danzar”, también tendría que ver o se potenciaría con nuestra capacidad de observación, pues mientras más veamos a personas realizar movimientos, al momento que nos toque realizarlos tendríamos una representación interna de estos, y de cómo hacerlos, gracias a que cada vez que los vimos nuestras neuronas espejo se habrían activado, lo que sería ventajoso respecto a quienes nunca los han visto.
De igual manera, no hay estudios científicos –hasta el día que escribí esto- que expongan que cuando realizo la acción, respecto a cuando observamos a otros realizarla, se activen con una misma intensidad las neuronas -si fuese equivalente. Si bien la experiencia de nuestro danzar cotidiano nos llevaría a pensar que nada es como realizar los movimientos, por lo menos hay que evitar confiarse. Hay muchas variables como la cultura donde estamos inmersos, la calidez del ambiente y grupo donde se realiza, el interés, entre otros. La historia personal cuenta al momento de aprender (Lamm y Majdandžić, 2015).
De igual manera, para muchos de nosotros, no hay nada más bello que uno mismo moverse, y moverse por mucho tiempo más, y tener conocimientos de lo no-tangible que si nos está ocurriendo, es una forma de aumentar la conciencia de nuestra propia corporalidad como de las personas que guiamos y acompañamos en su proceso de aprender la danza.
Bibliografía
Understanding motor events: a neurophysiological study Exp. (1992). G. di Pellegrino, L. Fadiga, L. Fogassi, V. Gallese, G. Rizzolatti. Brain Res., 91. pp. 176–180
V. Gallese, A. Goldman. Mirror neurons and the simulation theory of mind-reading. Trends Cogn. Sci., 2 (1998), pp. 493–501
Mirror Neurons, Theory of (2015). Michael C. Corballis. International Encyclopedia of the
Social & Behavioral Sciences (Second Edition). Pages 582–588
The role of shared neural activations, mirror neurons, and morality in empathy – A critical comment (2015). Lamm, C., Majdandžić, J. Neuroscience Research. Vol 90, January 2015, Pag 15–24
How do we perceive the pain of others? A window into the neural processes involved in empathy (2005) P. Jackson, A. Meltzoff, J. Decety. Neuroimage, 24, pp. 771–779