Trabajo realizado por la estudiante Macarena Riquelme Marambio, en el marco de la asignatura “Historia de la danza en Chile”, dictado por la profesora Paula Tapia en el 3° año de la carrera de interpretación en danza del Instituto Profesional de Artes Escénicas Karen Connolly.
Introducción
Trabajar en el arte tiende a ser más inestable que trabajar en una oficina. Trabajar independientemente tiende a ser más inseguro que con un contrato. Si ambos elementos son combinados el panorama se vuelve aún más incierto y si a lo anterior se le suma una dictadura militar no se aspecta nada muy próspero. Sin embargo, esa era precisamente la realidad de la danza independiente en Chile durante la dictadura.
Inestabilidad laboral y económica, perseguimiento a la mayoría de los artistas y prohibición de cualquier creación que cuestionara de alguna forma al sistema impuesto eran elementos con los que los artistas lidiaron brillantemente. Fueron capaces de mantener viva la danza todo este tiempo, por medio del surgimiento de grupos, compañías o colectivos independientes que incursionaron por distintos caminos.
Sin embargo, muchas de estas agrupaciones o compañías no lograron permanecer en el tiempo hasta la actualidad. Se establece como hipótesis que este fenómeno de boom de la danza, pero de corta duración, se debió en su mayoría a la falta de un cabecilla que institucionalizara de manera adecuada y estable la agrupación en cuestión.
Es debido a lo anterior que esta investigación analizará a dos personajes paradigmáticos dentro de la historia de la danza en Chile: los destacadísimos Patricio Bunster y Karen Connolly. Ambas son personalidades que lograron llevar a cabo un serio trabajo educativo sin financiamiento estatal; destacando así su vocación por la formación de profesionales. Se repasará además su trabajo e influencia, junto con el proceso de institucionalización que logró mantenerlos en el área a través del tiempo.
Asimismo, se entenderán las grandes diferencias estilísticas que presentan los dos coreógrafos, dando cuenta así de la gran diversidad existente en la escena nacional.
Marco teórico
Desarrollo de la danza en Chile entre los años 1973 y 1990
Al igual que todos los acontecimientos, las artes se ven afectadas por el contexto histórico y socio-cultural en el que estén insertas; es por esto que sería inconcebible pretender retratar a la danza sin su contexto. Bajo esta premisa se entienden ciertos eventos históricos a nivel nacional que guiaron el desarrollo de la danza chilena por una ruta que quizás de otro modo no habría tomado.
Los sucesos que llevaron a la danza nacional a presentarse así, han sido tratados y establecidos por distintos historiadores e investigadores de la danza; que han llegado a lograr retratar el panorama del estado del arte chileno y, por supuesto, el curso de la danza en Chile entre los años 1973 y 2000, período también denominado como “danza independiente”.
Dado que la mira central de este análisis se centra en plantear el horizonte de la danza chilena durante el período dictatorial en el país, es preciso plantear algunos conceptos claves que funcionen como ejes conceptuales para clarificar la comprensión de la investigación. En primer lugar, se entiende el término danza contemporánea como danza surgida a modo de respuesta a la danza clásica y al modelo neoliberal. La danza contemporánea es un concepto que mutó de la danza moderna con el pasar del tiempo.
Es un término que ha sido ampliamente explorado y muchas veces definido, es así como Coral Zayas (2007) la plantea:
[…]En términos generales, busca formas de expresión menos apegadas que la danza clásica a una vocación aérea e ideal del ser humano y del cuerpo. Estas formas de danza exploran una libertad más asociada a las realidades del mundo.
Si bien de ahí surgió, al llegar a Chile Ernst Uthoff con el ballet de Kurt Jooss, con “La mesa verde” y toda la corriente del expresionismo alemán; Chile los acogió. Se formó el Ballet Nacional chileno y desde ese punto se puede comenzar a hablar de danza que aspiraba a un nivel profesional y más serio.
Poco a poco la danza se fue academizando al, por ejemplo, impartirse como carrera en la Universidad de Chile, o por la creación del Ballet de Arte Moderno (BAM), que fueron los cuerpos de baile existentes que, tal y como indica Lara Hubner en su artículo “Los inicios de la danza en Chile” en el libro “Retrato de la danza independiente en Chile 1970 – 2000” (Alcaíno & Hurtado, 2010):
“[…] los cuerpos de baile nacionales (Banch y BAM) empiezan a reflexionar acerca de su rol social. Por otra parte, se ve también la necesidad de diversificar los espacios, creándose otras instancias en el período venidero, donde todos aquellos que participaron del Banch tuvieron un rol que jugar […]”.
De lo anterior se puede desprender que durante la dictadura militar (1973–1990) fueron los bailarines los que se convirtieron en los principales y únicos movilizadores de la danza, es decir, sin su labor de mantener viva a la danza en el país, lo más probable es que Chile hubiese involucionado en cuanto al desarrollo del arte de la danza. Cabe mencionar también las declaraciones de Karen Connolly en una entrevista realizada en noviembre de este año sobre el panorama artístico cuando ella llegó a Chile en 1978; frente a esto dice:
“Había muy poco. Había mucha gente, buena gente formada en la Universidad de Chile (…) y en el [Teatro] Municipal. Pero lo que había en ese tiempo como de independiente, nada” (Connolly, K., comunicación personal, 08 noviembre 2016).
En segundo lugar, y como otro pilar que resulta fundamental a la hora de establecer una guía teórica para esta investigación se encuentra en el concepto de danza independiente en Chile, la cual se debe entablar dentro de un período temporal y contextualizar la realidad en que se encontraba el escenario artístico chileno.
La danza independiente se entiende como aquella danza que no cuenta con financiamiento para mantenerse, los caracteriza la falta de recurso y, por supuesto, las insaciables ganas de bailar, en lugares no necesariamente convencionales, pero la adaptación era igualmente fundamental.
De este concepto se rescatan las declaraciones de Carlos Pérez en una entrevista realizada por Gladys Alcaíno y Lorena Hurtado en 2006, donde él enmarca la danza en el país:
“La danza independiente parte en Chile en la dictadura, en los años ochenta. En ese momento se hizo independiente de verdad, porque ni en la Universidad de Chile ni en el Teatro Municipal se podía ser medianamente creativo. Y entonces la gente eligió estar intencional y políticamente fuera del Estado, incluso fuera de la universidad, porque la carrera de danza se daba en un solo lugar”.
Frente a esta declaración, es posible sostener que la danza independiente en Chile surgió como concepto luego del golpe militar y que, durante la dictadura, estas palabras se acuñaron como una terminología que incluía a las formas de danza que estaban ocultas, por su creatividad, crítica política, innovación y cuestionamiento en cualquier sentido. Por lo tanto, las personas que de forma clandestina y valiente lucharon por continuar creando y haciendo arte dentro de este momento histórico nacional sumamente complejo, son precisamente a quienes les debemos que exista danza en Chile y que haya podido evolucionar de sus inicios, en lugar de ser callada.
Estos pocos personajes representaban lo poco que existía de danza hasta ahora. El artículo “La Danza Independiente de Chile, pasos de una escena” de Jorge Olea (2000), destaca a fines de los setenta y mediados de los ochenta:
Ingeborg Krussell y su Teatro Contemporáneo de la Danza.
Hernán Baldrich, con el grupo de danza Mobile.
Danzahora, de Gaby Concha.
Vicky Larraín, opositora a todos y destacada por su creación en el campo de la improvisación.
El Taller de Danzas Antiguas, de Sara Vial.
Karen Connolly, con su compañía homónima y la Dancen Escuela.
Patricio Bunster, con el Centro de Danza Espiral.
Entre muchos otros, estos personajes y artistas brindaron además una labor social, de difusión del arte a los sectores donde menos había, que presentaba además de cultura, esperanza en los chilenos. Estos actores culturales, mediante el arte, lograron mantener viva la llama de la danza y de la creación dentro de un país que vivía un período de oscuridad y, con la escasez de recursos económicos como una constante para todos ellos, se mantuvieron en el medio contra todo pronóstico.
En tercer lugar, cabe destacar la existencia de un concepto al cual se remite mucho al momento de referirse al arte en la dictadura, el “apagón cultural”.
Este concepto se entiende por la prohibición y perseguimiento de toda muestra de arte que presentara una crítica o se mostrara contestataria frente al sistema. María José Cifuentes (2007) define esté término:
“[…] se podría definir el término “Apagón Cultural” como un período de interrupción dentro de la creación cultural chilena, producto de las políticas de censura propia del autoritarismo, que no permitían la libertad de expresión del artista, condenando cualquier obra que presentara indicios de ideas contrarias al régimen, lo que perjudicó la producción de obras nacionales en todas las áreas”.
La autora María José Cifuentes (2009) continúa ahondando en el tema en otros trabajos, bajo lo cual logra presentar un escenario más claro sobre lo que significaba ser bailarín en Chile durante la dictadura. Ella establece que:
“La llegada del golpe militar pone fin a las acciones organizadas[…]. Durante la dictadura “se niega el espacio cultural como un campo de coexistencias de visiones plurales que a veces entran en conflicto, puesto que ello vulneraría la integridad del cuerpo social y el alma del país”.
El arte se intentó ocultar, mas no logró ser “apagado”, como este concepto indica; la danza independiente fue capaz de mantenerse viva y latente. Más que un apagón total, fue un momento en el que la danza se vio dormida, en pausa, tapada por una estela de sutilezas para que lo que se hiciera no fuera prohibido.
Bajo el sistema totalitario se formó de a poco un movimiento cultural con gran influencia política que mantuvo a la danza contemporánea viva; también es necesario destacar a otras formas de danza: la danza clásica, por ejemplo, se remitió a revivir los grandes clásicos – ya que no representaban una amenaza al sistema -, es también crucial destacar a la coreógrafa y maestra Karen Connolly, que llegó a Chile a revolucionar la danza espectáculo, los ballets de la televisión y también los derechos de los bailarines.
Frente a la situación de la danza independiente actual ella declaró en 2010:
“Hay mucho trabajo que hacer. Creo que hemos perdido mucho el tiempo, pero faltan manos, falta participación. Nos falta más gente de la danza que luche por las condiciones para la danza. Estamos todos en el mismo barco. Ese compromiso tiene que venir desde adentro”.
Se desprende de las declaraciones lo difícil que puede llegar a ser moverse en el mundo de la danza, y lo incluso más dificultoso que fue hacerlo durante la dictadura militar. Si bien, en ese momento la danza no estuvo apoyada, ni aceptada, ni promovida mayormente, de todas formas logró surgir y agudizar el nivel creativo, de tal modo que no se entendiera con una primera lectura inexperta el contenido político y de crítica, la danza no murió, no se apagó nunca.
La labor de los dos destacados coreógrafos Patricio Bunster y Karen Connolly fue el tratar de mantener la danza viva, a través del tiempo, institucionalizando la danza, creando cada uno su escuela, instruyendo estudiantes y creando además bailarines y futuros profesores; con el objeto de perpetuar con el arte y con el estilo de cada uno en el ámbito artístico. Es importante destacar que dentro de esta investigación se utilizará el concepto de institucionalización, haciendo referencia a toda la labor de formación de escuela e instrucción seria y organizada en danza. Se distanciará de la definición de trabajo gremial, administrativo y político y se remitirá a lo relacionado con la formación en cuanto a danza.
Patricio Bunster
Nacido el 19 de octubre de 1924, Bunster se inició en la danza con los maestros Ernst Uthoff, Lola Botka y Rudolph Pescht (ex solistas del Ballet Jooss), fundadores de la Escuela de Danza de la Universidad de Chile. Junto al recién constituido en 1945 Ballet Nacional, se desempeña como solista, interpretando destacados roles del repertorio. En 1951 pasa a incorporarse al Ballet Jooss y a recorrer con él, Alemania, Suiza, Bélgica, Inglaterra, Escocia e Irlanda en sus giras. El Ballet Jooss se disuelve en 1953, tras lo cual Bunster se queda en Londres, estudiando con Sirgud Leeder. Vuelve a Chile en 1954, asumiendo el rol de solista y sub director del Ballet Nacional, organizando también las diversas giras. Ese mismo año también contrajo matrimonio con la bailarina Joan Turner.
En su currículum, publicado por la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, destacan su fructífera carrera como coreógrafo. En 1956 ya había creado en el Ballet Nacional Chileno, su primer ballet “Bastián y Bastiana”. También siguieron “Calaucán”, “Surazo”, “La Consagración de la Primavera”, “Capicúa 7/4”, “Amatorias”, “La Silla Vacía”, “Tres caras de la luna”, “Catrala desciende” y “Los 7 Estados”, obra que no alcanzó a ser estrenada producto del Golpe Militar de 1973, así como otras obras pequeñas para el Ballet Popular (fundado por Joan Turner).
Con la reforma de la Universidad de Chile, es elegido Director del Departamento de Danza, Ballet Nacional Chileno, Escuela de Danza y Ballet de Cámara. En 1973 sale al exilio, donde es recibido en la RDA (República Democrática Alemana), donde trabaja como profesor, coreógrafo de la Escuela Palucca (Dresden) durante 11 años (1974 – 1985). En 1985 Malucha Solari y Karen Connolly gestan su retorno al país, donde crea y funda el Centro de Danza Espiral junto a Joan Turner. Ha sido ganador de numerosos premios, entre los cuales destacan:
- 1960 Miembro Correspondiente de la Academia de Artes (RDA)
- 1961 Medalla de Oro de la Amistad de los Pueblos (RDA)
- 1982 Miembro Correspondiente de la Academia de las Artes
- 1963, 1989, premio APES al Mejor Montaje Coreográfico
- 1990 premio APES al Mejor Coreógrafo
- 2005 Reconocimiento SOMEC-VITARS Danzante 2005, otorgado por el Fomento Cultural y la Sociedad Mexicana de Coreógrafos
- 2006 Medalla al Mérito por el cultivo de las artes, otorgado por la Universidad Academia de Humanismo Cristiano
- 2007 Premio Altazor (póstumo) por mejor coreografía “Catrala Desciende” de “Antología II”
A pesar de contar con una vasta y premiada trayectoria la misión educativa de Patricio no cambió, según su ex alumna Ana Carvajal (2013), él nunca mermó su gran generosidad y entrega pedagógica; estas cualidades hacían de él un maestro excepcional, admirado y querido por sus estudiantes, con los cuales siempre podía tomarse el tiempo de conversar y compartir.
Bajo estos mismos preceptos de la entrega de conocimientos nace su mayor proyecto: el Centro de Danza Espiral. La idea de una gran familia danzante, que aprende, crece y crea unida, siempre firme a las ideologías políticas de Patricio, que se distinguían en sus coreografías. Patricio fallece en el año 2006, a los 81 años, aquejado de un cáncer, dejando un legado innegable a la danza tanto chilena como en el mundo.
Centro de Danza Espiral
Este centro de danza lo fundó junto a su ex esposa Joan Turner el 5 de marzo de 1985. Se crea con el objetivo de formar intérpretes, coreógrafos y profesores de danza; otra de sus funciones principales consistió en llevar la cultura y las artes a las masas populares, a los lugares más alejados y donde no llegara normalmente la cultura.
Más esa no era una tarea fácil, ya que era sabido que Patricio fue militante hasta el día de su muerte del Partido Comunista y que había sido exiliado en el 1973. Era difícil hacer danza en el difícil ambiente político y extremadamente represivo que reinaba desde comienzos de la dictadura de Augusto Pinochet, durante “Apagón Cultural”.
Bajo estas consignas de trabajo el Espiral tuvo mucho éxito; todos los bailarines querían ir a formarse o perfeccionarse con el gran maestro Patricio Bunster, convirtiéndose así en un referente para la restauración del movimiento de coreógrafos independientes. Finalmente fue la experiencia de Patricio y Joan lo que los convenció de la necesidad de establecer un espacio que sistematizara la formación de una nueva generación de bailarines y de este modo recuperara también la experiencia perdida y truncada desde el 11 de septiembre de 1973.
La formación profesional de la danza e institucionalización de la misma, le da una continuidad en el tiempo necesaria para que su legado sea tan considerado a través de la historia de la danza en Chile. Su memoria es mucho más y mejor recordada; tanto así que, luego del retorno a la democracia, la gran influencia de las universidades privadas extendió su campo de colaboración, tras lo cual en 1997 el Espiral se asoció a la Carrera de Danza de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC), con el objetivo de que la formación en danza tuviera un grado académico.
Karen Connolly
En el país ya es conocida simplemente como “La maestra”. Karen Connolly Anderson, australiana, inició sus estudios de danza con solo cinco años y a los 16 años ya comenzaba su vida profesional; integrando la Compañía Nacional de Ballet de Australia; posteriormente irrumpe en la televisión, trabajando en el Canal 9 de Sydney.
Luego se traslada a Europa, donde cosecha una larga lista de logros, tanto como bailarina y asistente coreográfica. Baila en diferentes compañías internacionales entre las que destacan: la Compañía Siglo XX de Maurice Béjàrt (Bélgica), Ballet Caravan (Francia) y Theater an Der Wien (Austria). Como primera bailarina del Theater an Der Wien, interpreta los principales roles del repertorio clásico y contemporáneo. En la misma época, inicia su incursión en las comedias musicales, donde además de participar en ellas, se desempeña como asistente de coreógrafos y directores como Michael Maurer, William Millie, Harold Prince y Larry Fuller.
A los 26 años se retira tempranamente de los escenarios y viaja a Italia a trabajar con Gino Landi en la puesta en escena de la comedia musical “El Diluvio que viene”; obra que ha remontado en España (1977), México (1978 y 1993) y Chile (1979). Fue este espectáculo el que la trajo al país en 1978, donde se estableció y ha desarrollado una vasta carrera como coreógrafa estable en los principales programas del Canal 13 de la Pontificia Universidad Católica de Chile hasta 1991 y como coreógrafa freelance de 1992 – 1997. Su labor en televisión es galardonada con el Laurel de Oro 1986.
En 1982 funda Dancen Escuela Karen Connolly como opción para la formación en danza y alternativa para aprender técnicas de estudios basados en métodos internacionales, escuela que actualmente cuenta con 34 años de existencia. Forma su propia Compañía homónima de danza independiente en 1986 y con ella ha estrenado más de cuarenta obras de repertorio y ha realizado numerosas giras nacionales e internacionales.
En una época oscura y triste para el país llega una artista a revolucionar la danza televisiva y la danza espectáculo. Cabe decir que era terreno poco explorado hasta entonces y que fue desarrollado con un grandísimo profesionalismo, con los recursos bien utilizados y con muchas ganas: ver bailarines felices entregando su don al espectador es algo que el público aprecia mucho; al público le gusta ver danza, y de buena calidad.
También es conocida en el medio nacional por ser una de las grandes abogadas y defensoras de los derechos de los bailarines; gran trabajo que ha dado sus frutos, ya que sin ella existirían muchos temas con la misma desigualdad existente cuando llegó, como por ejemplo los sueldos, las condiciones laborales, los espacios en los que los bailarines se veían obligados a trabajar, más que nada, que no se respetara a los bailarines ni la danza como debiese ser, como se hace con cualquier otra labor.
En entrevista declara que esta lucha por los derechos de los bailarines comienza muy tempranamente desde su llegada al país:
“Desde que llegué. Esto empezó cuando llegó a mi conocimiento que en “El Diluvio que viene” iban a pagar $5.700 pesos al mes a los bailarines.” (Connolly, K., comunicación personal, 08 noviembre 2016.)
Desde ese entonces, y hasta la actualidad, ha sido parte activa de la acción política y gremial, en pro de regularizar la situación laboral general de los bailarines, de dignificarlos.
Ha sido miembro de numerosas entidades para la danza:
- Miembro fundador del Consejo Chileno de la Danza (1983), formado bajo la iniciativa de Malucha Solari
- Miembro del Comité de Danza del Instituto Chileno-Norteamericano de Cultura (1991 – 2011), siendo incluso su presidenta durante un período
- Entre 1996 y 2002 fue directora de la Corporación Amigos del Arte
- Miembro del Consejo de Profesionales de la Danza A.G PRODANZA-CHILE, presidiéndolo entre 1999 y 2004 y reelecta para los períodos 2006–2008 y 2008–2010
- Miembro fundador de la Corporación Danza-Chile (2001)
- Nombrada miembro honorario de la Asociación de Gestores Culturales de Chile, ADCULTURA (2011)
Todos estos antecedentes son capaces de demostrar que la labor gremialista es la mejor forma de encontrar estabilidad en el medio artístico. Mediante acuerdos preestablecidos, consensuados y que dignifiquen el trabajo es mucho más factible que estos derechos se mantengan intactos.
Tras contar con más de treinta años de experiencia en formación en danza, comienza la marcha de su más reciente proyecto: el Instituto Profesional de Artes Escénicas Karen Connolly, con el objeto de construir bailarines profesionales integrales, construir artistas, nace el instituto como la alternativa para academizar el arte. En el 2013 abre sus puertas al alumnado, con la misión de formar profesionales integrales y de excelencia; siendo la única institución de educación superior dedicada exclusivamente a la danza, que forma bailarines con métodos y estándares internacionales, donde una buena base y la destreza técnica cobran gran importancia.
La institucionalización
La institucionalización ha sido vital dentro del trabajo de ambos coreógrafos, los ha llevado a crear espacios de formación en danza, un perfil del bailarín y de la danza que ellos crean, según el estilo bajo el cual se ha desenvuelto cada lugar; han podido forjar su nombre dentro de la danza chilena gracias a sus esfuerzos por mantenerse vigentes y por hacer perdurar su labor en el tiempo.
Es importante tener en cuenta que si estos espacios de danza no se hubiesen conformado en el período dictatorial en el país, lo más probable es que la danza en Chile sería menos evolucionada, menos acabada y también, contaría con un público menos conocedor de lo que es actualmente.
Sin estos personajes quizás sí habría sido posible hablar de un “apagón cultural”, porque, más allá de los grupos independientes itinerantes no habría habido otra cosa, y esos mismos grupos no fueron capaces de sobrevivir en su mayoría a la precariedad y la escasez que significa sostener un grupo o compañía sin ningún tipo de financiamiento estable.
El apoyo que ambos coreógrafos tenían y tienen también ha jugado a su favor: son conocidos, apreciados e incluso queridos. El fenómeno ocurrido con la vuelta de Patricio Bunster a Chile y tener a sus pies a todos los estudiantes y profesionales de la danza para simplemente tomar una clase con él, para disfrutar de su simpatía y experiencia solo es comparable en Chile con lo que provoca Karen Connolly.
Ambos fueron ampliamente apoyados por la gente común y corriente que no necesariamente sabía de danza, pero reconocía el trabajo logrado y disfrutaba con él, olvidándose así aunque fuera por un momento, del estrés de la vida cotidiana, reuniéndose a ver danza. La creación de una audiencia informada es también un aspecto importante para mantenerse vigente en el tiempo.
Conclusión
Tras el análisis de los aspectos de permanencia de estos dos grandes coreógrafos, Patricio Bunster y Karen Connolly, en el medio artístico nacional, es posible concluir que a pesar de que todo esté en contra, siempre es posible hacer arte. El arte nunca muere, no puede ser acallado, aunque intente ocultarse. Los dos hicieron danza en un complicado momento nacional; tener una carrera artística nunca ha sido fácil ni estable, pero en ese momento la situación era inclusive más grave.
La creación del Centro de danza Espiral, posteriormente UAHC, de Dancen Escuela y de la Compañía Karen Connolly, y más actualmente del Instituto Profesional han marcado un precedente de danza en Chile. Las instituciones son bien ponderadas, entregan la seguridad y estabilidad a la que se aspira en el ámbito laboral; además de regirse por estándares regularizados para brindar la mejor educación posible.
Estos dos personajes se presentan como fenómenos dignos de estudiar debido a su gran entrega y amor por su profesión: hicieron todo lo que pudieron en el medio para mejorar las condiciones en las que se encontraba la danza en Chile, resguardaron y apoyaron profundamente los derechos de los bailarines, cada uno en su forma, y lograron llegar no solo a generar cambios en lo ya establecido, sino que también en las nuevas generaciones de artistas y bailarines.
El deseo y la pasión que se necesitan para hacer de la danza una vida no se encontraba florecido en las personas, era una llama latente, suave y con mucho miedo. El miedo es capaz de frenar muchas cosas, sin embargo, no detuvo a estos creadores que, en lugar de hacer sus carreras en el exterior, decidieron volver en el caso de Patricio, o quedarse en el caso de Karen, para hacer de este un país con más arte.
Es una labor abnegada que merece todo el reconocimiento posible, ya que es a los artistas de la dictadura a quienes les debemos el privilegio y el goce de tener arte, de tener danza en Chile en la actualidad.
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